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¿Se hundirá el barco petrolero?

Rodrigo Pérez Alonso IDET

 

 

 

 

Rodrigo Pérez Alonso | Dinero en Imagen | 10 de febrero de 2016.

Con la aprobación del nuevo marco jurídico del sector energético en 2013 se crearon nuevas oportunidades para un sector que decayó en forma sostenida por años no obstante los precios altos del petróleo. Principal a esta reforma fue la atracción de inversiones privadas al sector y la competencia efectiva. Los mercados internacionales reaccionaron con optimismo, el gobierno quedó como el gran reformador y se demostró que los partidos políticos si se podían poner de acuerdo. Sin embargo, con el entorno económico internacional, la caída del precio del petróleo y los consecuentes recortes en el presupuesto del gobierno de la República y Pemex, la Reforma Energética se vio atenuada significativamente.

Desde la expropiación petrolera hasta principios de la década de 2000, Pemex exploraba y explotaba yacimientos de bajo riesgo. Sin embargo, con la madurez del yacimiento de Cantarell a mediados de 2000, la extracción de petróleo se convirtió cada vez más arriesgada y e intensiva en capital. La producción de petróleo se desplomó rápidamente no obstante los esfuerzos del gobierno para evitar esto. Por más inversión pública que se ha hecho en los últimos 13 años en la exploración de hidrocarburos, los niveles de producción han venido en picada de un histórico de 2.12 millones de barriles por día en 2004 a 188 mil barriles por día en lo que va de 2016. Pemex sigue siendo el gran empleador de nuestro país (150 mil empleados) y un nido de vicios arrastrados desde hace años que le hacen perder competitividad.

Lo cierto es que Emilio Lozoya, ahora exdirector de Pemex, tenía una tarea monumental al nadar contra corriente de las fuerzas inerciales de prácticas burocráticas, corrupción, ineficiencias y una estrepitosa caída del principal ingreso de esta empresa productiva del Estado: el petróleo. Contrario a las notas periodísticas sensacionalistas que han especulado sobre su salida lo cierto es que se enfrentó a una de las peores crisis del sector energético a escala mundial y lo hizo bien. Su salida cumplió con los ciclos naturales de cualquier administración y seguramente seguirá siendo una pieza clave en el Gobierno de la República.

Ante esta coyuntura Pemex sigue teniendo internos y externos que se deberán seguir abordando en la nueva dirección de José Antonio González. Por ejemplo, alrededor de 30% del Presupuesto federal proviene de los ingresos de Pemex y el sector energético, lo que dificulta la reinversión en nuevos proyectos de exploración y extracción.  La simbiosis entre Pemex y el Estado mexicano requiere de la empresa para garantizar las finanzas públicas del país. Al ritmo actual, y sin inversión privada y extranjera, México podría convertirse en un importador neto de energía para el año 2020 por primera vez en casi un siglo.

No obstante los buenos oficios de Lozoya para eliminar estas prácticas, múltiples actores con intereses comerciales y políticos le siguen pesando a la empresa. Por ejemplo, el acuerdo del sindicato con Pemex le permite participar en negociaciones de contratos, prácticas de contratación y, hasta hace poco, incluso participar en su Consejo de Administración.

Por ello, los retos de Pemex no serán menores para el nuevo director.

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