Vía La Lista por Ingrid Motta
A principios del 2021 la administración Biden-Harris anunció nuevas inversiones en el sector público y privado para la fabricación y desarrollo de la industria de autos eléctricos, de modo que en 2030 por lo menos la mitad de los autos nuevos en ese país utilicen esa energía y sean asequibles para la mayoría de la población.
Biden refrendó su iniciativa en agosto del mismo año firmando una orden ejecutiva que fortalecía el apoyo a la transición del motor de combustión interna hacia eléctricos, con una inversión de 12 mil millones de dólares en préstamos y subvenciones para que las armadoras lograran la conversión de sus instalaciones. Por su parte, el departamento de energía anunció la inversión de 3 mil 500 millones de dólares adicionales para la producción de baterías
Shawn Fain, presidente del Sindicato de Trabajadores de la Industria Automotriz, Aeroespacial y Agrícola de Estados Unidos (UAW, por sus siglas en inglés), declaró en ese momento que apoyaría esta transición una vez que se garantizara que los trabajadores del sector fueran incluidos con altos estándares salariales y de seguridad, razón que hoy tiene de cabeza a General Motors, Ford y Stellantis.
Tesla no tiene trabajadores sindicalizados y, aunque Musk ha enfrentado históricamente varias acusaciones por violar las leyes laborales e intimidar con despidos a trabajadores que apoyan la sindicalización, el anuncio de aquel entonces disparó las ventas de la empresa aumentando un 256% en el primer trimestre del 2022.
Hoy, General Motors, Ford y Stellantis están sufriendo las negociaciones con UAW para la firma de un nuevo convenio por cuatro años que asegure la subida salarial escalonada de un 46% de 143 mil miembros de la UAW y que sus trabajadores sean integrados en las futuras plantas de producción de baterías.
De acuerdo con el estudio realizado por la consultoría Anderson Economic Group (AEG), esta huelga le costará a las grandes armadoras 989 millones de dólares en salarios perdidos y pérdida de ganancias, con las externalidades negativas que repartirán a todos los proveedores y concesionarios que dependen económicamente de ellas, fuertemente en todas las ciudades donde tienen sus plantas, y por supuesto en todo el país. Destaca además que a diez días de haber iniciado la huelga ya resultaba en una pérdida económica de 5 mil millones de dólares.
Tesla nació siendo una empresa disruptiva en la industria automotriz con constante evolución en software y una sólida infraestructura en su red de supercargadores; la marca ha rebasado fronteras gracias a su innovación tecnológica con vehículos eléctricos autónomos superiores en rendimiento versus cualquier otra marca.
A diferencia de las otras armadoras Tesla tiene un modelo de venta directa a sus consumidores, quienes no tienen que pasar por concesionarios tradicionales que garanticen una experiencia única para sus clientes. Su fama se ha expandido a nivel mundial con plantas en China, Europa y próximamente en nuestro país; un crecimiento sostenido que les ha dado solidez y optimismo a sus inversores.
La administración Biden, que desde su inicio expresó abiertamente su fobia por Musk, ya dio su apoyo para establecer la tecnología de carga de Tesla como estándar de la industria, haciendo cada vez más tensa la situación de las grandes armadoras que ahora tienen que cumplir con una meta gubernamental de sustentabilidad, pagar sueldos superiores y cargar con un mayor costo de producción, mientras que Tesla cosecha las ganancias de la huelga y baja agresivamente los precios de sus autos.