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Geopolítica de la 5G

El problema es que la 5G no será una tecnología cualquiera, sino una verdadera revolución en la forma en que interactuamos con el mundo

2019-01-30

El sector telecomunicaciones empieza a agitarse conforme el desarrollo de equipos para la llamada 5G (quinta generación tecnológica para servicios de voz, datos y video móviles) comienza a hacerse realidad y los operadores hacen planes para implementarlo en sus redes. El problema es que la 5G no será una tecnología cualquiera, sino una verdadera revolución en la forma en que interactuamos con el mundo. La velocidad de transmisión de datos que permitirá esta tecnología es tal que se convertirá en la principal vía de acceso para lo que el argot de la industria ha llamado el Internet de las Cosas.

Imagine usted un mundo no muy distante en donde los automóviles serán conducidos por inteligencia artificial conectada de manera permanente y en tiempo real a la nube de Internet, o sistemas de ferrocarriles o transporte público que no sean operados por personas sino por centros de control informático de manera remota. Imagine ciudades en donde el accesos a todo tipo de inmuebles sea controlado a través del Internet. Imagine usted centrales eléctricas, refinerías o industrias completas con robots que cuenten con inteligencia artificial y siempre se mantengan en contacto entre sí a través de la nube. Imagine su casa, su oficina o su comercio con sistemas de iluminación, calefacción, refrigeración, agua, administración de suministros, drenaje, disposición de basura y entretenimiento controlados de manera remota por inteligencia artificial.

El control de las redes 5G y, por tanto, de todos estos sistemas está en disputa por parte de las principales potencias. Al día de hoy la tecnología china de las empresas Huawei y ZTE va varios años adelante de sus competidores occidentales en el desarrollo de equipos para el despliegue de redes 5G. Huawei es el mayor fabricante mundial de equipos de telecomunicaciones y cubre toda la cadena de suministro, incluyendo los cerebros informáticos de las propias redes de telecomunicaciones. Imagine usted que sean verídicas las acusaciones formuladas por los Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y algunos países europeos en el sentido de que los equipos de Huawei permiten el espionaje por parte del gobierno chino. Imagine que estos equipos tienen un acceso oculto que permite no sólo extraer información sino también tener injerencia en la operación de todos los equipos o sistemas conectados a través de las redes 5G. Imagine un conflicto internacional en el que alguna de las partes tenga la posibilidad de sabotear los sistemas de transporte, suministro o producción de algún país o hacer que los trenes choquen, los automóviles inteligentes se conviertan en armas, el dinero sea eliminado de los sistemas bancarios, los accesos y salidas de todos los edificios sean clausurados o se bloqueen los sistemas y servicios con que operan las viviendas. Imagine un capítulo de Black Mirror.

En los últimos meses, los ataques occidentales en contra de Huawei han ido creciendo. Desde recomendaciones que más parecen órdenes por parte del gobierno de Estados Unidos para que ninguna de sus empresas compre u opere equipos de Huawei, hasta la detención en Canadá y la acusación formal por parte de Estados Unidos esta semana en contra de la directora de finanzas de Huawei y otros funcionarios por presuntos fraude bancario, violación a las sanciones contra Irán y robo de propiedad intelectual. Además, hace algunas semanas, Polonia detuvo a un empleado de Huawei bajo acusaciones de espionaje.

Tanto la empresa como el gobierno chino han negado estas acusaciones y ven en ellas un intento occidental para impedir el crecimiento y el desarrollo tecnológico de las empresas chinas. ¿Esto es posible? Sí. ¿Es posible que China quiera tener injerencia en las redes 5G del mundo? También. ¿Es posible que Estados Unidos pretenda lo mismo? Sí. ¿Las acusaciones son ciertas? Imposible saberlo. ¿Se trata de un tema de seguridad nacional? Sin duda. Lo único real es que las empresas norteamericanas y europeas de telecomunicaciones están tomando una actitud de cierto recelo en contra de los proveedores chinos y, por el momento, muchas han suspendido la adquisición de equipos chinos para el despliegue de redes 5G. Otros problemas que enfrentarán las redes 5G es su alto costo y la ausencia de un modelo de negocios claro y rentable.

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