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El escenario que tanto teme el Presidente

vía El Economista.

El presidente López Obrador ha buscado demostrar con vehemencia que tiene una obsesión con repasar cotidianamente diversos episodios de la historia de México, y como parte de ese ejercicio revisionista, tratar de revivir o repetir los diversos momentos por los que siente una especial admiración. Así como tiene identificados los episodios de la historia que quiere revivir, resulta evidente que también tiene identificados los períodos de la historia nacional que seguramente le generan disgusto, o peor aún, angustia o ansiedad, y que busca evitar a como dé lugar que se repitan, o al menos que se repitan mientras él sea el titular del Poder Ejecutivo Federal.

No tengo duda que en ese segundo subconjunto de episodios de la historia de México que el presidente López Obrador quiere evitar a toda costa, se encuentran los cierres de los sexenios de los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo. Que concluyeron bajo escenarios de alta volatilidad, con desequilibrios fuertes en finanzas públicas, depreciación aguda del tipo de cambio, elevadas tasas de inflación y comportamientos marcadamente desfavorables del Producto Interno Bruto. En el caso del presidente Echeverría, si bien la economía creció en 1976 en forma anual a una tasa de 2.1 por ciento, hay que decir que fue la tasa más baja observada desde 1953. Mientras que en 1982, el último año del presidente López Portillo, el PIB sufrió una caída del 0.5 por ciento anual. En ambos casos, en virtud del régimen cambiario prevaleciente en aquellos momentos, el peso sufrió fuertes devaluaciones, tanto en 1976 como en 1982.

En el contexto del régimen político que predominaba en México en aquellos años, ambas administraciones no sufrieron en las urnas el costo de entregar a los ciudadanos una economía con muy mal desempeño; de haber disminuido drásticamente el poder adquisitivo de los mexicanos, así como de haber ensombrecido el futuro de millones de familias mexicanas. Sin embargo, el juicio sumario de la historia fue implacable con ambos presidentes, que difícilmente podían asomarse a la vida pública en nuestro país sin ser objeto de muestras de repudio. La mala reputación les persiguió el resto de sus vidas.Para un presidente que sueña con destacar en los libros de historia de México como el gran salvador, el gran estadista que transformó a la nación, el amigo del pueblo, la versión masculina para México de Evita, un potencial escenario de desequilibrios que se traduzcan en afectaciones al bienestar de los mexicanos es simplemente inaceptable.

El problema es que el proceso inflacionario que se vive en México, y en el contexto internacional desde luego, se perfila para durar más tiempo del previsto apenas hace unos meses. En el caso de México además, el acto heroico del gobierno de mantener contenido el precio de las gasolinas frente a lo que ocurre en el exterior, está ejerciendo una presión fiscal de grandes proporciones para las que posiblemente el gobierno no tenga los recursos inagotables, sobre todo si los precios del petróleo y de la gasolina siguen exhibiendo un comportamiento en el que esta ha mostrado rigideces para disminuir al parejo de las disminuciones del precio del petróleo, en algunos períodos recientes.

Por otra parte, está el proceso de incremento de las tasas de interés en los países del G7 y el G20, que aún en los escenarios más optimistas terminará por frenar el ritmo de expansión o de recuperación de las principales economías, entre ellas la mexicana, que muy alejada del resto de las economías ni siquiera ha podido recuperar el nivel que tenía previo al inicio de la pandemia del Covid-19.

Bajo esa prospectiva, además es probable que disminuya, al menos el crecimiento del flujo de remesas de mexicanos de EUA a México, que junto con el freno adicional a la economía y el encarecimiento del endeudamiento del sector público, y una inflación aún sin control, es altamente probable que no solo pase factura en las urnas a la administración del presidente López Obrador, sino peor aún, que haga añicos el sueño de pasar a la historia y convertirse en un personaje equiparable a Morelos, Juárez o Madero. Esa es la causa de la ansiedad presidencial.

*El autor es economista.

@GerardoFloresR

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