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La concesión de Telmex y el río revuelto

La concesión de Telmex y el río revuelto

2021.10.26

Vía El Economista

El viernes de la semana pasada, América Móvil dio a conocer un aviso a los inversionistas en el que, jugando con el lenguaje y aprovechando la escasa o nula familiaridad de éstos con los aspectos legales que rodean el trámite para prorrogar una concesión de una red pública de telecomunicaciones, afirmó que el Instituto Federal de Telecomunicaciones (“IFT”) resolvió prorrogar por 30 años adicionales la vigencia de las concesiones de Telmex, contados a partir de 2026 y que por lo mismo vencerán en el 2056. Según América Móvil, solo falta que le entreguen, en el 2023, “el proyecto de título de concesión con las condiciones y términos operativos de la misma”.

Lo primero que hay que señalar es que por ahora, dicha prórroga no ha tenido lugar de manera formal, pues aunque Telmex pretenda minimizar el último paso, el IFT aún le tiene que dar a conocer en 2023 las últimas condiciones a las que deberá comprometerse si quiere que se le autorice una nueva vigencia de la concesión, entre las que deberá haber sin duda condiciones específicas, asimétricas, en el contexto de su poder de mercado, y que solo hasta que haya aceptado comprometerse al cumplimiento de esas condiciones, el órgano regulador procederá a entregarle la nueva vigencia para su título de concesión.

Se trata pues, una vez más, del acostumbrado pronunciamiento público de América Móvil con el que pretende confundir o sorprender a más de una autoridad. Ya en el pasado han tratado de deslizar más de una vez, la inminencia de algunas decisiones regulatorias, como el caso muy específico de la última frontera que han perseguido desde hace varios años: entrar al mercado del video o la distribución de contenidos audiovisuales. Tan solo este año el propio IFT rechazó una solicitud para que se le autorizara a Telmex la explotación del servicio de televisión restringida.

De manera consistente, América Móvil pretende fijar en la agenda pública, ya sea mediante comunicados ambiguos como el que refiero al inicio o bien mediante sus diversos voceros la supuesta necesidad y conveniencia para los mexicanos de que se le autorice la entrada al mercado de televisión restringida, el único del sector telecomunicaciones que no domina hoy, porque precisamente no está presente en él.

En los análisis simplistas con los que pretenden sorprender a las más altas autoridades olvidan señalar que la consecuencia directa de una autorización mal estudiada será condenar por muchos años al sector telecomunicaciones a regresar a esa etapa en la que ese grupo económico no solo dominaba todo el sector telecomunicaciones, sino que imponía su voluntad sobre el resto de los operadores, sobre las autoridades, y principalmente, sobre los usuarios.

Se trata de un agente económico, o grupo de interés económico, que en su afán de contener la competencia en nuestro país, ha invertido -desde que fue privatizado por el gobierno del presidente Salinas de Gortari- muy por debajo de lo que lo hicieron históricamente operadores similares en otros países, conducta que puede observarse claramente en las estadísticas que publicó la OCDE durante muchos años. Lo anterior, no obstante el generoso trato fiscal que recibió en los siguientes años a esa privatización, que le permitió acreditar inversiones contra el pago de determinado porcentaje de impuestos.

De hecho, también es fácil observar que es un grupo que prefiere invertir más en otros países de América Latina, medida esa inversión como proporción de sus ingresos, que lo que invierte en nuestro país. Para entrar al mercado de la televisión restringida, se aventura a prometer que su llegada permitirá bajar los precios, en un mercado en el que el costo creciente de los contenidos ha presionado sistemáticamente los precios a la alza, como se ha observado de manera sostenida en el mercado de los Estados Unidos en los últimos 18 años.

Por ello, resulta fundamental, para el sano desarrollo del sector telecomunicaciones, que ni autoridades, ni inversionistas, ni medios, se dejen sorprender por los acostumbrados mensajes ambiguos del agente preponderante.

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