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¿Quién quiere un canal de TV abierta?

Imaginemos este escenario: el primero de octubre de 2017 el IFT anuncia el fallo por el que Juan De las Pitas gana la licitación de un canal de televisión digital terrestre abierta para la zona No. 3, en Bahía de los Ángeles, Baja California, pagando una contraprestación de 10 mil pesos. Feliz, De las Pitas se inscribe en los anales de la historia de la televisión mexicana, y a los cuatro vientos grita que pagó lo mismo por televidente que lo que pagó Olegario Vázquez Aldir dos años atrás, en la licitación anterior. Eufórico, De las Pitas espera con ansiedad la siguiente comida de la CIRT para departir entre sus colegas dueños de la TV mexicana.

El escenario anterior es perfectamente factible luego de que ayer el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) abrió el proceso de consulta pública para la licitación de 148 frecuencias de televisión digital abierta terrestre en zonas geográficas que tienen desde 612 habitantes (como en Bahía de los Ángeles), hasta 20 millones, como en la Ciudad de México. El IFT dijo que “para dotar de flexibilidad a los participantes en la licitación, éstos podrán seleccionar los canales de transmisión de manera individual, pues no se predefinen agrupamientos de canales específicos por regiones”. En otras palabras: quien quiera puede comprar una sola frecuencia, como en el ejemplo.

Falta casi un año y medio para que el fallo de esta licitación arroje ganadores. Y si tomamos como referencia el tiempo que ha transcurrido desde el fallo anterior hasta la puesta en marcha de la cadena televisiva de Grupo Imagen, esperaríamos entonces que las nuevas cadenas derivadas de la licitación anunciada ayer inicien transmisiones en enero de 2019. Una eternidad.

¿Cómo habrán cambiado las cosas para enero de 2019? Dramáticamente. Las estimaciones más notorias hablan de que el número de usuarios de internet que hay en el país pasará de los 65 millones que tenemos ahora a 85 millones ese año. ¿Quién querrá una cadena de TV abierta en un contexto así?

Si tomamos en cuenta que el valor del mercado publicitario en el país es de Dlls $ 4 mil millones, que crece poco, y que una proporción gigante de la inversión publicitaria está migrando a medios en línea, es razonable decir que va a ser sumamente difícil sostener en rentabilidad de largo plazo una pequeña cadena de tv abierta que llegue tan tarde al escenario publicitario.

Lo anterior no significa que sea imposible. Pero es un hecho que los empresarios que participen de la siguiente licitación —ya sea en paquete o interesados únicamente en algunas cuantas frecuencias—, deberán echar mano del mejor talento para que la creación de contenidos empate adecuadamente con audiencias y anunciantes.

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