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¿Cuál es el verdadero objetivo de la consulta?

2020.09.02

Vía El Economista

Algunos dicen que el presidente López Obrador es un genio de la comunicación porque sabe mantener hablando a la gente de puras tonterías mientras los fundamentos económicos, sociales y jurídicos de la Nación se desmoronan bajo sus pies. Puede ser. A mí, no obstante, me sigue pareciendo un simple mentiroso, tan genio de la comunicación como Goebbels. López Obrador, como el jefe de Goebbels, cree encarnar la voluntad del pueblo y estar destinado, desde su nacimiento, para guiar el destino de la patria.

Conocemos el resultado del atole envenenado que Goebbels distribuía. Al presidente López Obrador, por su parte, lo vemos cada día más ensimismado en su fantasía y más irresponsable en sus acciones. No es algo nuevo, al contrario, es una vuelta al origen. Es el mismo López Obrador que en su soberbia se encargó de perder dos elecciones presidenciales. Muy lejos ha quedado el candidato que en la tercera ocasión y con más canas se alejó de las posturas radicales y tendió puentes con la clase media moderada. Ya con el poder absoluto, ha vuelto a la raíz de su megalomanía y narcisismo, y mantiene una lucha constante contra todo aquello que lo pueda contener. Su última embestida, y, me parece, la más grave, es el teatro de la consulta popular para juzgar a los expresidentes. La procuración e impartición de justicia no se le consulta a la masa, no es cuestión de popularidad o impopularidad. Todo lo contrario: es la primera razón de ser del Estado. Sin este imperativo, todo lo demás es superfluo, banal, bananero.

Es evidente el uso electoral y político que el presidente está haciendo de la figura de la consulta popular para juzgar a los expresidentes, que , sobra decirlo, no tiene pies ni cabeza. ¿De qué delito se les acusa? ¿Lo cometieron todos juntos o cada uno por separado? ¿Vienen en paquete o se puede decir a Salinas y Calderón, sí, pero a Zedillo y Fox, no?

López Obrador no ha pensado en esto porque no le interesa la respuesta. Lo que sí sabe es que es muy poco probable que la Suprema Corte apruebe esta ridiculez, ya que viola flagrantemente los derechos humanos de los expresidentes y, por tanto, no puede ser materia de consulta pública. En este caso, López Obrador podrá utilizar el tema para golpear y debilitar a la Corte si así conviene a sus intereses. Entonces, los corruptos que otorgaron impunidad a los expresidentes serían los ministros de la Corte, y no él, como todo indica acordó con Peña Nieto, y que recientemente dio lugar a la difusión del video de su hermano Pío López Obrador recibiendo dinero en efectivo del gobierno de Chiapas, ante lo que parecía un rompimiento del pacto de impunidad. Es claro que el presidente no quiere recibir otro golpe, pero tampoco está dispuesto a asumir el costo de la impunidad con su predecesor y los suyos. En un irresponsable juego político, parece usar el pretexto de la consulta para culpar a la Suprema Corte de que no se investigue a Peña. El desgaste institucional puede ser altísimo. La Suprema Corte tendrá, además de un reto jurídico, un importante desafío político.

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