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Banda Ancha / Jornada electoral ejemplar

3 de julio de 2012
Roberto García Requena
La Crónica de Hoy

Este 1 de julio México vivió una jornada electoral ejemplar. La participación ciudadana rebasó el 63 por ciento de los empadronados en la lista nominal. La gente salió a votar y lo hizo sin sobresaltos en un clima de paz. No se registraron incidentes sangrientos. Parecería que incluso hubo una especie de tregua electoral por parte del crimen organizado.

Hay que festejar este triunfo de la democracia mexicana, así como también entender y analizar el sentido del voto de la gente. Es un hecho que el próximo Presidente de la República será el abanderado del PRI-Verde, Enrique Peña Nieto, con el 38 por ciento de las preferencias. El representante de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, quedará en segundo lugar con el 32 por ciento, y en tercero, Josefina Vázquez Mota del PAN con el 25 por ciento. La diferencia entre el primero y el segundo lugar es de 6 puntos, alrededor de 3 millones de votos; una cantidad considerable. Sin embargo, estos resultados contrastan con los arrojados por el promedio de las encuestas previas que pronosticaban un triunfo del priista por entre 10 y 15 puntos. Las casas encuestadoras tendrán que revisar sus metodologías de cálculo.

Ningún partido alcanzó mayoría absoluta en el Congreso, ni en la Cámara de Diputados ni en la de Senadores. El PRI será el partido con el mayor número de diputados y senadores, con 32 y 31 por ciento, respectivamente. Esto significa que el Ejecutivo Federal tendrá que hacer política para convencer y consensuar con los partidos de oposición cualquier reforma legal trascendente.

Hay que reconocer al Instituto Federal Electoral (IFE) que llevó a cabo el proceso en orden y con apego al marco normativo. El conteo rápido anunciado por el Presidente del IFE, Leonardo Valdés, a las 23:15 horas de la noche del 1 de julio, así como el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), arrojaron resultados con toda oportunidad y transparencia. También hay que reconocer los pronunciamientos de la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, y del presidente Felipe Calderón, que se portaron a la altura de las circunstancias y aceptaron que las tendencias no favorecían a su partido político.

Resta aún el último eslabón para culminar el proceso en un clima de madurez democrática. Falta que López Obrador reconozca su derrota. Si bien no ha acusado todavía un fraude inminente como lo hizo en el 2006, tampoco ha salido a convalidar los resultados de la elección. Si él o los partidos que lo representan tienen elementos de impugnación esperemos que los hagan valer a través de las instancias responsables y no por la vía de la protesta callejera y la toma de avenidas. López Obrador ya no es el del 2006, pero no sabemos si el del 2012, quien por cierto debería sentirse satisfecho por su logro para posicionar a la izquierda como segunda fuerza política, estará dispuesto a aceptar su responsabilidad histórica y abonar a la vida democrática del país.

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