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Espejitos digitales

vía El Economista.

Los discursos de telecomunicaciones están cargados de una enorme letanía que identifica problemas, pero reduce al punto del simplismo las soluciones.

La repetición ha llegado a tal nivel que los eventos llegan a confundirse ante la similitud de los discursos. Incluso alguno que otro veterano del sector resalta con tono aburrido que los temas discutidos son idénticos a los de pasadas décadas. La diferencia es que mientras en el pasado las discusiones giraban en torno a tecnologías analógicas, en el presente los acrónimos hacen referencia a un mundo digital.

De todas formas, es un poco inocente pensar que en un evento del sector estaremos descubriendo la fórmula mágica que nos permitirá resolver todos los problemas de la sociedad por medio de la digitalización. Hablar sobre las posibilidades de 5G, quejarse del precio del espectro radioeléctrico o identificar la burocracia como problema no es difícil. Lo complejo es identificar todas las aristas del ecosistema digital que tienen que solventarse para que se pueda ofrecer servicio. Superar trabas que muchas veces son ignoradas en los eventos, algunas veces por desconocimiento, otras por tratar temas que no son políticamente correctos.

La verdad oculta es que los expertos del sector ya conocen cuales son los problemas existentes y también están enterados de cuáles son los desafíos que enfrentar para intentar mejorar la oferta de conectividad en el país. Estos expertos no necesitan escuchar que se precisan soluciones creativas o que como derecho humano el acceso a Internet debería estar en manos de todos los ciudadanos. Las preocupaciones casi siempre son más mundanas y giran en torno a qué recursos hay disponibles. La escasez de recursos fuerza a crear un listado de prioridades que seguramente no deja contento a casi nadie.

Parte del problema es que quienes tienen el poder para hacer cambios importantes no conocen de cerca la dinámica del sector de telecomunicaciones o, en el peor de los casos, no comprenden cuál es su importancia. Contrastando con esta situación, encontramos que aquellos expertos del sector público que pueden delinear una estrategia para ir solucionando los problemas más graves de la industria son precisamente los que menos poder tienen. Muy difícil establecer una política coherente de desarrollo digital cuando se trabaja en modo supervivencia.

Ahora, pensar que todos los traumas y carencias del mundo de las telecomunicaciones recae en el sector público es pecar de inocencia. Así como no todos los funcionarios de gobierno no son iguales, lo mismo sucede con los representantes del sector privado. Es por esta razón que, aunque se celebren las acciones de profesionales comprometidos al desarrollo del país o se reconozca el impacto positivo que las estrategias de responsabilidad corporativa tienen en el mercado, también es necesario hablar de individuos sin escrúpulos que para obtener su objetivo utilizan en su arsenal todo tipo de artimañas.

Quizás esta sea a razón por la que cuando se menciona una nueva tecnología las promesas de desempeño son tan exageradas que ni siquiera en pruebas de laboratorio los parámetros mencionados han llegado a cumplirse. Si mezclamos la existencia de estos individuos con la presencia que personas con poder decisional que no tiene idea de tecnología el resultado que se obtiene ha llegado a ser la adquisición antes de tiempo de equipos para los cuales a corto y mediano plazo no existe una demanda.

¿Cómo resolver esta situación? ¿Cómo comunicar en eventos de la industria todo el peso que tienen los juegos políticos en la aprobación de normas del sector? ¿Cómo aislar de personalismos las decisiones que desde los más altos niveles del gobierno se toman para premiar o castigar a entes específicos?

Sí, concuerdo con que el mundo de la tecnología está lleno de simplismos. No importa el foro o plataforma en el que se discuta, es casi imposible evitar alegatos sobre como numerosos problemas se resuelven con incrementar la inversión en lugares adecuados. No existe la complejidad, todos se resuelve de forma lineal. Si hacemos A para atender la necesidad de B tendremos como solución a C. Luego, como en los cuentos de hadas, todos podrán vivir felices por el resto de sus días.

Sin embargo, el origen de los cuentos de hadas no es armonioso y así como las historias de los Hermanos Grimm muestran un mundo despiadado, la realidad se encarga de desdibujar las ideas que reducen a los problemas de un país a un ente especifico dependiendo de las filias y fobias de cada individuo. Algunos centrarán sus criticas en el sector privado, en esas empresas que no desean invertir para expandir sus servicios.

Otros culparán al marco legal o a la falta de una política pública adecuada para el sector de las telecomunicaciones. Independientemente de la escuela de pensamiento que pueda tener, pensar que los males del sector de las telecomunicaciones se deben a las acciones o inacciones de un solo actor es pecar de inocencia. Así como el ecosistema de telecomunicaciones es complejo, también lo son sus carencias. Ninguna tecnología por si sola logrará solventar todas las necesidades, ningún plan de acción logrará corregir los desperfectos en un solo día. El trabajo es arduo y a largo plazo, pues cualquier intento de impulsar conectividad debe tener fecha de lanzamiento, pero no de caducidad.

Recordemos que el Internet es un derecho humano y no tiene fecha de expiración. Pero no olvidemos que para lograr ese objeto de conectividad de todos los ciudadanos hay que comenzar a hablar de temas que sobrepasan a la industria de telecomunicaciones, hay que hablar de cómo reducir el hambre y la pobreza. De lo contrario, cuando vayamos a los eventos de telecomunicaciones enfrentaremos espejitos digitales en forma de presentaciones PPT.

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